La esperanza de vida de la generación Z ha aumentado en 10,53 años respecto a los ‘baby boomers’
La esperanza de vida en la sociedad española continúa creciendo progresivamente, a pesar del impacto que supuso la pandemia de la COVID-19, consolidándose en 84 años y situando a la nación como el país de la Unión Europea con la mayor duración media de vida, justo por delante de estados como Italia o Malta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) valora estos datos como “un avance”, pero advierte que se trata de una “evolución irregular a nivel mundial”, donde persisten las desigualdades sanitarias. A su vez, el género femenino (86,70 años) continúa imponiéndose al masculino (81,20 años) en términos de expectativa vital.
A nivel cántabro, los últimos datos del Instituto Cántabro de Estadística computan en 2022 un llamativo descenso de 0,50 años en la longevidad media en relación al curso previo, lo cual no es representativo de los números estatales y refleja una inestabilidad en la línea progresiva de Cantabria. Esto, sumado a que el número de fallecimientos duplica al de nacimientos, deja a la comunidad en una situación de incertidumbre. Sin embargo, aún se sitúa como la novena autonomía en el ranking nacional de tiempo de existencia.
La generación Z es el grupo social, a falta de saber cuando terminará la generación alpha, que ha consolidado uno de los cambios más significativos: superar la barrera de los 80 años de esperanza en 2004. El estilo de vida y los factores sociales han desempeñado un papel crucial en esta mejora de las condiciones en comparación con épocas anteriores. Así, estas personas nacidas entre 1994 y 2010 se estima que vivirán de manera aproximada hasta los 78 y 82 años respectivamente, según indicadores demográficos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Sin embargo, a pesar de los resultados favorables, la encuesta realizada por Diario Z clasifica a la salud como la tercera mayor preocupación entre la población Z, tras la formación académica y el trabajo.
Mercedes Carrera, directora de enfermería de atención primaria del Servicio Cántabro de Salud, afirma que “la mejora en términos de salud vital de la generación Z reside en el amplio abanico de enfermedades antiguas que ya fueron olvidadas gracias a la vacunas”. Durante los 16 años que abarca el periodo de los zoomers se han desarrollado vacunas contra el haemophilus influenzae tipo B, que ha reducido el número de neumonías, contra la hepatitis B, reduciendo cánceres de hígado, contra el neumococo y ante el virus del papiloma humano (VPH).
La que fuese responsable de enfermería en el Centro de Salud de Medio Cudeyo manifiesta que “ lo verdaderamente eficaz para aumentar la esperanza de vida es frenar la progresión de patologías con políticas de prevención, tanto en la población sana como en personas con factores de riesgo a edades más tempranas”. Durante esta época España dató altas tasas de cobertura en las vacunaciones sistemáticas, alcanzando a más del 95% de la población infantil de aquel entonces.
“La innovación y desarrollo de nuevos medicamentos como los antivirales o los antibióticos han reducido la amenaza directa a la vida”
Mercedes Carrera
En la actualidad, la inteligencia artificial comienza a introducirse paulatinamente en la salud española, pero sin mucho éxito debido a su deriva sin un rumbo fijo. No obstante, la generación Z protagonizó un salto determinante para la accesibilidad y eficiencia de la asistencia sanitaria: la llegada de la digitalización. La enfermera expone que “la monitorización remota de los pacientes y los planes de tratamiento personalizados nos permiten tomar las riendas de la salud y detectar posibles problemas en una fase temprana”.
En cuanto a los estilos de vida, la directora de enfermería de atención primaria explica cómo la generación Z ha adoptado un mayor número de conductas saludables en comparación con años anteriores, lo que ha incentivado al aumento de la esperanza vital. “La Ley de Medidas Sanitarias frente al Tabaquismo fue aprobada en 2005, por lo que gran parte de los zoomers han nacido bajo estas circunstancias, y supuso la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados, restricciones hacia la promoción publicitaria y la obligación de incluir mensajes, a modo de advertencias sanitarias, en los paquetes de cigarrillos”.
Igualmente, el consumo de alcohol en el territorio nacional se situó por debajo de las bebidas sin alcohol, sin contabilizar el agua, por primera vez durante la generación Z. La regularidad de campañas de concienciación social, las ordenanzas y multas por ingerir alcohol previamente a la conducción o las bebidas 0,0, que llegaron a España en 1976 con “Ambar sin” como pionero, pero se acabaron de popularizar sobre los 2000 con el aumento de la oferta alternativa y la disponibilidad en bares, son las causas de este descenso. Estos años de difusión de políticas de prevención del consumo de alcohol han expuesto a los ‘zetas’ a crecer bajo este paradigma.
En última instancia, los hábitos alimentarios también han repercutido en el modo de vida y, por ende, en los años de esperanza de vida. Mercedes Carrera alega que “evitar grasas saturadas, azúcares y alimentos procesados influye en nuestra expectativa de vida”. Los años 2000 consolidaron a España como un lugar donde el énfasis en la salud y la nutrición conlleva a la existencia y auge de diversas tendencias alimentarias dentro del contexto de la generación Z como la dieta vegetariana, la baja en carbohidratos o, la más común a nivel local, la mediterránea, cuyos beneficios están asociados a “un envejecimiento cerebral más saludable”, según la neuróloga Lisa Mosconi. De igual manera, investigadores de la Universidad de Harvard vincularon los efectos de la alimentación mediterránea al aumento de la longevidad y la frenada del envejecimiento celular.
En la otra cara de la moneda, Álvaro Lasarte García, revisor de la revista científica MLS Health and Nutrition Research, explica que “los trabajos antes eran más físicos, es por eso que la obesidad estaba en detrimento. La generación Z ha llegado a obsesionarse con la alimentación y los trastornos de conducta alimentaria están subiendo como la espuma”. A pesar de ello, añade que “la higienización y saneamiento de los alimentos ha contribuido a la mejora de calidad de las dietas saludables, pero es recomendable intentar realizar el mayor número de comidas posibles en casa y utilizar métodos de cocción que no impliquen mucho aceite”.
Lasarte reconoce que “no existe como tal un alimento elixir para aumentar la esperanza de vida. No obstante, existe un nutriente presente en verduras, frutas, legumbres, cereales integrales o frutos secos: la fibra, la cual ha demostrado ser muy protectora contra enfermedades crónicas como el Alzheimer, la presión arterial e, incluso, en la reducción de la enfermedad coronaria, disminuyendo en un 10-30% por cada 10 gr/día que se aumente su consumo”.
“Somos lo que comemos. Nuestras elecciones alimentarias y hábitos dietéticos tienen un impacto en nuestra esperanza de vida”
Álvaro Lasarte
Actividad física
Kora Portilla, doctora en ejercicio físico y salud por la Universidad de León, ratifica que “las personas activas físicamente tienden a vivir más años y a tener una mejor calidad de vida”. La generación Z constituye el núcleo más amplio de jóvenes en la actualidad, es decir, los comprendidos entre 14 y 30 años. Esto, unido a una implementación del deporte debido a la mejora de instalaciones, una educación deportiva efectiva y la aparición de nuevas modas e intereses como el crossfit o el parkour, las cuales no existían en la época juvenil de las anteriores generaciones, han provocado mejoras en la salud cardiovascular e inmunológica y, al mismo tiempo, al fortalecimiento de músculos.
La docente del grado de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, asegura que “hacer deporte puede ser entendido como una campaña preventiva de salud”. “El ejercicio no solo nos ayuda a prevenir enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes tipo 2, sino que también mejora la salud ósea”, explica.
“La esperanza de vida podría aumentar entre 2 y 4 años en sujetos físicamente activos”
Kora Portilla
La especialista en la prescripción de ejercicio físico en relación con la salud asevera que “las personas que realizan unos 150 minutos de caminata rápida por semana podrían aumentar la esperanza de vida en torno a 3,4 años más que las personas inactivas”, lo cual muestra un desaprovechamiento de este grupo poblacional en su totalidad, ya que los estudios de mercado de la consultoría deportiva ‘Valgo’ revelan que “un 36% dice realizar ejercicio de forma regular, mientras que un 50% quiere empezar a practicarlo”.
Por añadidura, los varones de edades comprendidas entre los 16 y los 29 años asignaron un 1,9% del conjunto de sus gastos a servicios deportivos el año pasado, según estadísticas de la encuesta de presupuestos familiares del Instituto Nacional de Estadística (INE), lo cual denota un reinado en el ejercicio físico de la población Z frente a grupos de otras épocas.
Sexto puesto mundial
España ocupa un lugar muy destacado mundialmente en cuanto a la longevidad. El país ibérico ocupa el puesto número 6 de mayor perspectiva de vida, sobre 192 estados, hallándose dentro de un rango muy positivo. Japón, con 84,4 años de promedio y seguido de Liechtenstein, Suiza y Corea del Norte, lidera el top mundial de vivir más tiempo.
Roberto Ruiz, vicerrector de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea del Atlántico, comenta que “sacamos casi 10 años de promedio de vida a otros países del ámbito latinoamericano”. El secretario general, que viaja usualmente a Sudamérica para la firma de convenios universitarios intercontinentales, afirma: “El problema de las diferencias entre las esperanzas de diversos países reside en el punto de vista socioeconómico”.
El que fuese rector de la Universidad Internacional SEK Ecuador manifiesta que “los países americanos de habla hispana no cuentan con un sistema de acceso a la sanidad como el español, una gratuidad de determinadas medicinas o unos servicios de atención sanitaria decentes, lo que implica que haya mayor probabilidad de enfermedades y una probabilidad menor de vivir hasta los 80 años”.
Por el contrario, explica cómo los países desarrollados del norte de Europa, que poseen una economía y política sanitaria muy similares a las de España, cuentan con unos índices muy semejantes a grandes rasgos en lo que respecta al ciclo vital.