La voz de la Generación Z frente a la desconfianza política
La Generación Z, aquellos nacidos aproximadamente entre 1997 y 2012, está comenzando a ocupar un lugar destacado tanto en la sociedad española como en la global. Sin embargo, la relación entre estos jóvenes y los poderes públicos es compleja y a menudo problemática. La percepción de la política por parte de la Generación Z y cómo los poderes públicos los miran es una cuestión de gran importancia en el contexto actual.
La pirámide poblacional de muchas naciones desarrolladas y en vías de desarrollo ha mostrado una tendencia clara hacia el envejecimiento. España, como muchos otros países, muestra una base estrecha (menos jóvenes) y una cima más amplia (más personas mayores). Este fenómeno, conocido como «boomercracia», implica que los mayores, quienes constituyen una parte significativa del electorado, tienden a recibir más atención de los poderes públicos.
Este desequilibrio demográfico suele estar más orientado hacia las necesidades de los mayores, como la atención sanitaria, pensiones y seguridad social, en detrimento de las cuestiones que afectan directamente a los jóvenes, como la educación y el empleo juvenil. En muchas democracias, el voto de los mayores tiene un peso considerablemente mayor, no solo porque son más numerosos, sino también porque tienen tasas de participación electoral más altas que los jóvenes.
El envejecimiento de la población también tiene profundas implicaciones económicas. Con una mayor proporción de personas mayores jubiladas, la presión sobre los sistemas de pensiones y la seguridad social aumenta. Los gobiernos enfrentan el desafío de financiar estos programas en un contexto donde la fuerza laboral, y por tanto la base de contribuyentes, se está reduciendo. Esto puede llevar a aumentos en los impuestos o a recortes en otros ámbitos del gasto público, lo que afecta la inversión en infraestructura, educación y otras áreas críticas para el desarrollo a largo plazo.
Además, el mercado laboral se ve afectado. Con menos jóvenes ingresando, puede haber una escasez de mano de obra en ciertos sectores, lo que podría obstaculizar la innovación y el crecimiento económico. Las empresas podrían enfrentarse a mayores costos laborales debido a la competencia por un número limitado de trabajadores calificados, y esto podría afectar su competitividad a nivel global.
Desde un punto de vista político, la «boomercracia» puede llevar a un ciclo de políticas conservadoras. Los votantes mayores tienden a ser más conservadores en sus puntos de vista, lo que puede ralentizar la implementación de reformas progresistas necesarias para abordar desafíos como la adaptación a nuevas tecnologías. Esta orientación conservadora puede perpetuar políticas dificultando la adopción de medidas que promuevan la equidad intergeneracional.
Un claro ejemplo es Japón, conocido como uno de los países con mayor población envejecida está comenzando a reconocer estos desafíos y están buscando formas de equilibrar las necesidades de sus poblaciones envejecidas con las de los jóvenes. Se está dedicando a implementar iniciativas como políticas de apoyo familiar en las cuales concede subsidios para el cuidado infantil y licencias parentales más largas y mejor remuneradas para incentivar a las familias a tener más hijos.
Relación y representación con la política
La Generación Z ha crecido en un entorno digital, con acceso a una cantidad sin precedentes de información y con una capacidad de organización y movilización a través de las redes sociales que ninguna generación anterior había experimentado. Esta conectividad global ha hecho que los jóvenes sean muy conscientes de las cuestiones sociales y políticas a nivel mundial. Sin embargo, esta misma característica puede ser un arma de doble filo. La sobrecarga de información y la exposición a noticias falsas genera apatía y desconfianza hacia las instituciones políticas. Por lo tanto, esta generación muestra un gran rechazo hacia los partidos políticos.
Pese a estas dificultades, la Generación Z ha mostrado una notable capacidad para organizarse y manifestar sus preocupaciones a través de plataformas digitales. Las protestas y movimientos sociales organizados a través de Twitter, Instagram y TikTok han demostrado la habilidad de estos jóvenes para influir en la agenda política y social. Ejemplos de esto son el movimiento por el cambio climático encabezado por figuras jóvenes como Greta Thunberg, así como las protestas contra la violencia policial y el racismo en Estados Unidos. Además, la Generación Z ha utilizado estas herramientas para impulsar campañas de registro de votantes, promover la educación cívica y presionar a los políticos para que tomen medidas sobre temas críticos como la justicia social y la igualdad de género. A pesar de su escepticismo hacia las instituciones tradicionales, esta generación ha encontrado maneras innovadoras de participar y hacer oír su voz en el ámbito político.
¿Cómo miran los poderes públicos a los jóvenes?
Con la falta de participación de los jóvenes en la política global, algunos gobiernos han lanzado programas destinados a fomentar la participación juvenil en la política. Entre estos se encuentran los consejos juveniles, plataformas de participación digital, y políticas específicas orientadas a mejorar las condiciones de vida de los jóvenes. Estas iniciativas buscan dar voz a la juventud en el proceso político y promover una mayor inclusión en la toma de decisiones.
En España, por ejemplo, se han creado plataformas digitales donde los jóvenes pueden expresar sus opiniones y sugerencias sobre políticas públicas. Además, se han establecido consejos juveniles en varias ciudades para asesorar a los gobiernos locales en cuestiones que afectan directamente a la juventud.
No obstante, a estas iniciativas a menudo no se les presta la atención necesaria y no llegan a tener un verdadero impacto en las políticas públicas a largo plazo. Muchos jóvenes sienten que sus opiniones no son realmente tomadas en cuenta y que los cambios propuestos no se materializan. Candela, una joven abulense afirmaba que: “a los jóvenes se nos están quitando todas las ganas de participar en política o incluso ir a votar”. Esta percepción de falta de atención, desalienta en muchas ocasiones la participación de las nuevas generaciones y aumenta la desconfianza hacia las instituciones políticas.
Para incrementar la participación política de los jóvenes, en muchas comunidades se han implementado algunos programas de educación cívica. Estos programas tienen como objetivo equipar a los jóvenes con las herramientas necesarias para comprender y participar activamente en el proceso democrático. En teoría, una mayor educación cívica debería traducirse en una mayor participación y un compromiso más fuerte con los asuntos públicos. Sin embargo, la eficacia de estos programas varía entre diferentes regiones y sistemas educativos. Esto genera diferencias en el nivel de conocimiento y participación política entre los jóvenes de distintas partes tanto de España como del resto del mundo.
Algunos políticos han comenzado a adaptar su discurso para atraer a los votantes jóvenes, abordando temas como el cambio climático, la igualdad de género y los derechos digitales. Estos temas son más importantes para la Generación Z, ya que sienten una conexión más directa con estos problemas.
A pesar de este cambio en la retórica, muchos jóvenes perciben que las palabras no se traducen en acciones concretas. Esta desconexión entre el discurso y la acción incrementa la desconfianza entre los jóvenes hacia los políticos tradicionales. Los jóvenes buscan autenticidad y compromiso real, y cuando no ven resultados tangibles, su frustración y descontento crecen.
Principales preocupaciones
La Generación Z se enfrenta en la actualidad a una serie de desafíos únicos que influyen en su visión de la política y las políticas públicas. Estos problemas no solo afectan su calidad de vida actual, sino que también moldean su percepción del futuro y su nivel de participación social.
La tasa de desempleo juvenil en España es una de las más altas de la Unión Europea, superando el 28% en 2023. Esta situación genera mucha preocupación entre los jóvenes, que ven su futuro laboral muy complicado en España y que, en muchas ocasiones, deciden emigrar a otros países para conseguir trabajo. La precariedad laboral, caracterizada por contratos temporales y salarios bajos, es una realidad común que afecta su calidad de vida y capacidad para independizarse.
Muchos jóvenes se sienten atrapados en un ciclo de trabajos inestables que no les permiten planificar a largo plazo. La falta de oportunidades laborales seguras y bien remuneradas no solo afecta su bienestar económico, sino también su salud mental y su capacidad para formar una vida autónoma y estable. María, una joven de 23 años licenciada en danza y con un grado superior en integración social afirmaba que “ he estado buscando trabajo fuera de España porque hoy en día es muy difícil trabajar de lo tuyo aquí” y añadía que, a pesar de haber elegido una carrera con salidas laborales difíciles, se da muy pocas oportunidades a los jóvenes de trabajar en nuestro país.
Además, la Generación Z está profundamente preocupada por el cambio climático y la sostenibilidad. A diferencia de las personas de mayor edad, que pueden ver el cambio climático como un problema más lejano, los jóvenes llegan a sentir urgencia para abordar esta crisis. Esto se refleja en el gran apoyo a políticas verdes y en su participación en movimientos ecologistas.
Aunque España ha avanzado en la mejora del acceso a la educación, persisten desafíos significativos en cuanto a la calidad de la misma. Muchos jóvenes sienten que el sistema educativo no les prepara adecuadamente para el mercado laboral actual, lo que contribuye a la frustración y al desempleo juvenil. La desconexión entre la educación y las demandas del mercado laboral, significa que muchos jóvenes se gradúan sin las habilidades necesarias para obtener empleos bien remunerados y estables. Esto genera una sensación de desilusión y cuestiona la eficacia del sistema educativo en proporcionar las herramientas necesarias para el éxito profesional.
Por último, la salud mental es otro punto que genera una preocupación creciente entre los jóvenes. La presión académica, la incertidumbre laboral y las dificultades económicas contribuyen a altos niveles de estrés, ansiedad y depresión. Sin embargo, los servicios de salud mental a menudo están desbordados y no reciben la atención necesaria por parte de las políticas públicas.
¿Soluciones?
La política es uno de los problemas que menos preocupa a los jóvenes hoy en día. Esto se debe a la exclusión que sienten por parte tanto de los poderes políticos como de las generaciones más mayores. Hay que dar voz a las nuevas generaciones ya que son el futuro de la sociedad pero, no sirve de nada dejarles hablar si no se les escucha y se pone en práctica de alguna forma su opinión. Los poderes públicos están comenzando a reconocer la importancia de involucrar a los jóvenes en la toma de decisiones, pero las iniciativas actuales son insuficientes para abordar las preocupaciones fundamentales de la juventud. son el futuro de la sociedad global. El descontento y la capacidad de movilización de los jóvenes no deben ser vistos como amenazas, sino como oportunidades para revitalizar la democracia y construir políticas públicas que respondan a las necesidades reales de la sociedad. Para lograrlo, es fundamental escuchar a los jóvenes, entender sus preocupaciones y trabajar juntos hacia soluciones concretas.