Driblando gotas desde la tribuna
Soy socio del Real Racing Club desde que tengo uso de razón. Siempre de la mano de mi padre, quién agradezco de corazón por inculcar a un “renacuajo” de 10 años el sentimiento de pasión que se vive en “El Sardi”. Años pasan ya de mi primer partido en el asiento 105 de Tribuna Este. Más de una década con vistas céntricas al lugar donde rueda el esférico y en una altura óptima, todo lo que cualquier aficionado del buen fútbol puede definir como el sitio ideal. No obstante, este último año ha sido diferente. Dicen que los inviernos en los campos del norte son especialmente duros, pero por si se me olvida, cada nueva temporada soy esclavo de escuchar los comentarios del señor que se sienta a mi lado izquierdo: “¡Niño, abrígate que hace un frío que pela!”, aunque este año sin su puro y odiando al fútbol moderno un poquito más cada día que pasa, Racing en estado puro. Sin embargo, la cuestión es otra, ¿en qué cabeza cabe pagar casi 300 euros por una zona cubierta y sufrir una gotera durante meses? Es algo que no deseo ni a mi peor enemigo. Se podría decir que estoy curado de espanto, he visto jugar a mi equipo un total de siete temporadas contra el Langreo, Gernika o Guijuelo, soy un sufridor, lo sé, pero sufro con el equipo y no con el campo, me niego a soportar goteras otro año más. El Racing es su gente, no pido canapés de jamón en la grada, ni un sistema de calefacción para cada asiento, simplemente un cuidado esencial de las instalaciones, es inadmisible priorizar dejar bonito el túnel de vestuarios y tener la cascada del Asón en el techo del templo. Desde pequeño aprendí que “aunque llueva o sople el sur”, pero nunca lo acabé de comprender del todo hasta esta campaña.