La familia ya no es lo primero
Aquellos tiempos donde el éxito en la vida se resumía en la adquisición de una vivienda propia, la procreación y el cuidado de los hijos parecen inverosímiles a día de hoy. Las palabras “progreso”, “prosperidad” o “globalización” no dejan de rondar nuestras cabezas, ocupando la gran mayoría de los mensajes políticos, mediáticos e institucionales. Sin embargo, en ciertos términos parecemos destinados a una recesión sin frenos. La sociedad actual está sometida a una falsa idea de progreso, donde en realidad cada vez aparecen más piedras en el camino. Una involución disfrazada de evolución en la que para un joven cada vez es más difícil formar una familia.
Para empezar, el mercado laboral está en constante declive. España se sitúa como el país de la UE con mayor tasa de desempleo juvenil, aumentando paulatinamente la diferencia con los perseguidores. Además, las pocas oportunidades existentes vienen marcadas por la temporalidad de los contratos. Por si eso fuera poco, la juventud actual se ve prácticamente obligada a abandonar su tierra y adentrarse en la caótica urbe, residiendo en pisos compartidos que perfectamente se podrían catalogar como zulos. Con todos estos condicionantes, ¿Cómo demonios va a pensar un joven en formar una familia?
No hay medios, dinero, ni motivaciones. A día de hoy, el veinteañero vive para trabajar y no trabaja para vivir. Los representantes no incentivan el desarrollo de la familia, cuando podrían ofrecer ayudas a la emancipación y la natalidad. Mientras colectivos como los pensionistas gozan de ventajas constantemente, la juventud parece ser torturada por cada decisión tomada en materia política. Formar una familia ha pasado, inexplicablemente, a ser una utopía.